lunes, 23 de noviembre de 2015

TRAGÉDIE, UN CUENTO EN DANZA


        Director del Centro Coreográfico Nacional Roubaix Nord – Pas de Calais desde 2014 y elegido entre los 25 mejores bailarines del mundo en 2011 por la revista Dance Europe, Olivier Dubois posee una experiencia única, entre la creación, la interpretación y la pedagogía –nos informa la página de los teatros del Canal de Isabel II–.


 Para experimentar una cegadora, deslumbrante, ensordecedora humanidad, Olivier Dubois nos enfrenta a un “sentimiento del mundo”. Sobreexpuestos en su desnudez, nueve mujeres y nueve hombres desarrollan una forma corporal distinta, tras deshacerse de sus problemas sociológicos, históricos y psicológicos… Y finalmente establecen un glorioso coro de cuerpos y canciones. Es una nueva imagen del ballet, un ballet del siglo XXI. 

 Las fronteras neblinosas de las fuerzas más humanas, el violento choque entre la serenidad y la tragedia, el cuento en danza de las edades espirituales del hombre, desde la monotoneidad aplastante de la pequeña infancia al desorden intempestivo, erótico y emocional, de la edad de tarde de la vida adulta. Una coreografia con alma; un ejercicio de tierra quemada, en que aflora la imagen primera, desnuda, del ser que a cada tempo va cargándose de significado. 





sábado, 21 de noviembre de 2015


EN UN DÍA NACE EL HOMBRE Y MUERE

La defensa del teatro como compromiso con la sociedad queda de manifiesto en el esfuerzo coral de la compañía de teatro clásico en un montaje encabezado por Carmelo Gómez -sin igual Carmelo- y Clara Sanchis encarnando de forma magistral al personaje de La Chispa, dirigido por Helena Pimenta, que además inaugura la apertura del Teatro de la Comedia, heredero de la tradición arquitectónica de hierro madrileña y de los decorados neoárabes. 
Este nuevo montaje de El alcalde de Zalamea prolonga el horizonte de resonancias luminosas, humanas, de un texto imperecedero, un turbión incontrolado. Algo tiene Pedro Crespo que nos sacude e insta a la reflexión. Lejos de los debates en torno a la honra, muy ceñidos por los principios socio-maritales de la época, esta obra habla del honor como patrimonio indisoluble del alma, libre de constricciones jerárquicas y demás yugos. Si Crespo nos recuerda algo es que su humanidad, su individualidad es ya reducto de una filosofía pasada, con sabor a parras secas. El suyo era un “yo” para con los otros, mientras que el público más reciente conoce lo mucho que dista esta idea, este ideal, de nuestra sociedad más descarnada, en que el individuo es un “yo” por lo corriente narcisista, egoísta, aislado y con más información que formación, abusador, como Don Lope, del débil, del desprotegido.
El teatro sigue demostrando su incalculable sed de remembranzas, su calidad inmensa de espejo de nosotros mismos, como en el monólogo de Don Álvaro de Atayde. "En un día el sol alumbra y falta, en un día es edificio una peña, en un día batalla perdida y victoria ostenta, en un día conoce el mar tranquilidad y tormenta...".
El montaje de Pimenta con una escenografía sobria y un muro, un frontón de significación polivalente como generador de espacio y amplias bancadas de corral de comedias o pueblo extremeño a los lados– encuentra aciertos grandes en el cubo de agua que cae sobre Isabel después del rapto, el verso seco y enérgico en la dicción clara de Carmelo Gómez –villano ejemplar–, la presencia ya poderosa de Joaquín Notario en el papel de Don Lope -gestor de una de las amistades más conmovedoras del teatro del Siglo de Oro y, una vez más, el personaje de esa mujer soldado, la Chispa, que entre jacarandas, titiritiritainas y risas demuestra su valía, como si el valor o el honor trascendieran el esbozo de bufón dado a vuela pluma: “Seor Rebolledo, por mí vuecé no se aflija, no; que bien se sabe que yo barbada el alma nací”.





La clotûre de l’amour

Escrita y dirigida por el dramaturgo galo Pascal Rambert, La clausura del amor –dice el programa– “es una sinfonía del desamor, un ajuste de cuentas del corazón, una cuchillada en las entrañas que busca dividir aquello que una vez prometió ser eterno’’.

¿Qué es lo que amamos cuando amamos? ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? Bárbara Lennie e Israel Elejalde se meten en la piel de dos amantes que, palabra a palabra, se enfrentan y se atraviesan queriendo cerrar para siempre una relación que les ha construido y destruido desde hace varios años.

Se trata de un montaje de Buxman Producciones y Kamikaze Producciones, en coproducción con el XXXIII Festival de Otoño a Primavera de la Comunidad de Madrid y el Grec 2015 Festival de Barcelona.

El personaje de Elejalde es el más oscuro de la función, un ser inmisericorde, feroz e incapaz de amar, con un monólogo obsesivo e hiriente, hosco, una palabra orgullosa y ciega a la confrontación serena. Es incapaz de aceptar a la mujer, de no medirse con ella cuando está cerca.

Bárbara Lennie ejecuta una respuesta mucha más ordenada, mucho más racional y hasta inspirada. Desbanca los argumentos del otro uno por uno, reprocha, gime, insulta y claudica, pero claudica con ánimo, conocedora de su fuerza y de todo lo que habrá de llegar.

En definitiva, dos personajes incapaces de salvarse si no es en la soledad. Dos monólogos de dos intérpretes encendidos. La función es dolor y es rabia. Un hechizo. 




sábado, 7 de noviembre de 2015

EL REY DE LA HABANA


La estética de la precariedad y la supervivencia se vuelve motivo primero en la nueva aventura cinematográfica de Agustí Villaronga. Una de sus intérpretes, Yordanka Ariosa, recibía el premio a la mejor interpretación del año en el Festival de San Sebastián.
Cuba, años 90. Tras fugarse de un correccional, Reinaldo trata de sobrevivir en las calles de La Habana. Esperanzas, desencantos, ron, buen humor y sobre todo hambre, le acompañan en su deambular, hasta que conoce a Magda y Yunisleidy, también supervivientes como él. Entre los brazos de la una y la otra, intentará evadirse de la miseria material y moral que le rodea, viviendo hasta el límite el amor, la pasión, la ternura y el sexo.
Son tres personajes sacados del anonimato y del fango, que se esfuerzan por darle frente a un país en que se agostaron las utopías, los viejos y mal vendidos sueños de revolución, que han producido tantos monstruos. Un retrato social y un trabajo de cine audaz, con fuerza suficiente para polvorear muchos campos y despertar sensibilidades. 

Villaronga hace de la miseria denuncia, de los retratos reflexión, de la lascivia un camino bendito, como una cámara de opio en que abandonar el dolor.





viernes, 6 de noviembre de 2015

DÍAS DE CINE. SEGUNDA PARTE.


El sistema se encuentra amañado y, muy a menudo, decir la verdad supone arriesgarlo todo, porque lo que los mercados causan es que la verdad se diluya en el ruido, la polémica y los  sones de circo. Cuando el periodismo se esfuerza por seguir siendo un deber público y las grandes empresas que controlan y coartan la libertad de los medios se afanan por ralentizarlo entonces, y solo entonces, renace como debate el esfuerzo y la lucha por la verdad. Truth, con Robert Redford y Cate Blanchett, vuelve a recordarnos todo esto, como ya hicieran títulos como Buenas noches y buena suerte, El gran Carnaval, Network o El cuarto poder, en que Humphrey Borgart encabezaba el último periódico vivo, un tiempo en que los noticieros se ponían en marcha no porque dieran dinero, sino porque eran necesarios.


P.S: TRUMAN, la nueva película de Cesc Gay, es uno de los mejores trabajos del año. Ricardo Darín y Javier Cámara, premio ex aequo a la mejor interpretación masculina en el Festival de San Sebastián. Lo han dicho muy bien: Truman es un intento de dar sentido a la confusión, la incertidumbre y lo desconocido, además del retrato de una relación de amistad inolvidable. El cine español puede sentirse orgulloso. 



domingo, 1 de noviembre de 2015

EL PÚBLICO


UNA CABEZA DE AMOR EN LA RUINA

El hecho que aísla El Público, de Federico García Lorca, es su falta de continuidad, siendo esta mucho más que un acierto, un ejercicio de fragilidad y de introspección que dirigen el rumbo, sonámbulo e iluminado, del espectáculo. Mucho se ha hablado del desorden de algunos de los cuadernos, de la sospecha de obra inconclusa. Poco importa. El Público es una sucesión de imágenes que no buscan otra cosa que la esencia del teatro tal y como su autor la ideó: un cuerpo conmovido en medio de un espacio en penumbra. Nada más. Peter Brook lo definiría de un modo muy parecido años más tarde. El señor Brook, bendito Brook, dice en La puerta abierta: “en el teatro es posible experimentar la realidad absoluta de la extraordinaria presencia del vacío, comparada con el pobre revoltijo de una cabeza atestada de pensamientos. (…) Una idea ha de hacerse de carne y hueso, ser una realidad emocional. (…) La vida en el teatro es más visible, más vívida que fuera de él”. 


El público no aspira a ser una obra de teatro en el sentido más convencional, merced de una tradición medida por patrones sociales heterotópicos -tradición que sigue imperando, y que habría que desestabilizar-. Lorca desestabiliza esos mismos patrones y lo hace en la década de los treinta, e inaugura un nuevo camino para la empresa dramática, un profundo y dificilísimo juego poético. 

“no quiero daros miel, porque no tengo, sino arena”. (Extracto de una conferencia. Nueva York, 1929).

El público, subyugado por las imágenes, atendería el drama del teatro bajo la arena, el que por prejuicio y cobardía nunca se mostró. La pieza, como nos deja adivinar su título, reflexiona sobre la actitud de los espectadores, y les invita a zambullirse de golpe en una realidad que les es ajena y atractiva. 

Álex Rigola recoge el testigo de Lluis Pasqual -primer director en poner en pie el sueño en 1985- y convierte el teatro de La Abadía en el camarín de un “alegrísimo deseo”. Largas cintas de lo que parece aluminio en que queda reflejado el rostro del poeta, un piano y otros instrumentos, tres lámparas de cristal y un alto montículo de corchos oscuros como arena. El reparto coral y en sintonía, con un gran respeto por el texto, sin alteraciones, se compromete. Brilla una Irene Escolar encantada en la palabra, en el valor de la denuncia de un texto libérrimo:

“pero después enarbolaron los cuchillos y los bastones porque la letra era más fuerte que ellos y la doctrina, cuando desata su cabellera, puede atropellar sin miedo las verdades más inocentes”.


La voluntad bastarda de las máscaras, la lucha con la máscara otorga razón de ser a las pulsiones sexuales en el drama, encarnadas en los caballos que aquí aparecen desnudos.

“La libertad de los desnudos…”.
“Porque somos caballos verdaderos, caballos de coche que hemos roto con las vergas la madera de los pesebres y las ventanas del establo. Desnúdate, Julieta…”.

Una Julieta resucitada para volver a amar, volver a vivir, un Director encarnando las pulsiones creativas con miedo a vencer la norma, abandonar la tribu, un centurión con disfraz, la cabeza fuera con el dibujo de un conejo manchado en sangre, verdugo e imagen de la ortodoxia sexual, con un bate en las manos, la violencia en el paso egoísta, luego tres personajes, tres hombres que sopesan el enterrar un teatro, ¡un teatro al aire libre!


Quedan las escenas -tan logradas- de la figura de Pámpanos y la figura de Cascabeles, la salida de Julieta del sepulcro, su parlamento con los caballos, los versos del Pastor Bobo -en el Teatro del Siglo de Oro figura arquetípica, la del tonto que dice la verdad- antes del cuadro quinto -con el acierto de que sean versos cantados-.

“¡Balad, balad, balad, caretas!”.

El Público aborda la represión que sentimos por el mundo que nos rodea y aquella que nosotros mismos nos imponemos frente al mundo.

Una revuelta teatral que devuelve a la escena toda su dimensión poética. Amores imposibles y dolores inexplicables. Miguel García Posada escribió en su prólogo al teatro completo de Federico que El Público “tiene mucho de auto sacramental, sin sacramento religioso”, pero sí hay un sacrificio, el del Hombre 1. “El drama de la subversión total”, concluye.

El arte es una premonición de la vida. Lorca, como el Hombre 1, sacrificado; Rafael Rodríguez Rapún, sacrificado. Valientes, no se dejaron devorar por la máscara. La grupa de los caballos les llevó a lo oscuro, camino del “musgo sin luz”, y dijeron adiós con los ojos abiertos. 

El Público es una de las empresas literarias más valientes del teatro conocido, la búsqueda enardecida de una pasión, una identidad, un modelo de libertad; el cese de la turbación sexual y afectiva, no ya de un autor, sino de una fuerza creadora como no se ha conocido.


Teatro representable, teatro para el conocimiento, un viaje a la cabeza de Federico García Lorca, a sus miedos y anhelos más profundos, “para que se sepa la verdad de las sepulturas”. 

Queda “una salva de aplausos”.


Trailer: 







UNA FELICIDAD IRREVOCABLE 


Carol o El precio de la sal


En el capítulo octavo de la novela El precio de la sal, reeditada por Anagrama con su título original, Carol, y escrita por Patricia Highsmith, se describe el paseo de Therese, indiscutido centro de la novela, y de su amigo Richard a volar una cometa. A cada vuelo no hace sino tensarse la sintonía confusa, sorprendida, entre la cometa y la propia Therese. En la felicidad, como en la cometa, todo depende de cuánta cuerda se suelta. La cometa, como los buenos símbolos en literatura, se sincroniza con los estados de ánimo de Therese. El miedo a soltarse nunca falta, como cuando Richard corta el cordel. 

Nueva York, años 50. Therese Belivet es una joven dependienta de una tienda de Manhattan que sueña con una vida mejor cuando un día conoce a Carol Aird, una mujer elegante y sofisticada que se encuentra atrapada en un matrimonio infeliz. Entre ellas surge una conexión inmediata que irá haciéndose más intensa y profunda, cambiando la vida de ambas para siempre. 




El precio de la sal cuenta con una voz narrativa tan fuerte como el personaje que la encarna: Therese Belivet, una joven solitaria con sueños de escenógrafa y con miedo a las cosas que nunca quiso: los actos vacíos, los trabajos sin sentido, la lid que encaramos al no encontrar la expresión verdadera.


La prosa de Patricia Highsmith, sigilosa y astuta, muy sobria y bien medida, encuentra su logro en la técnica maestra de plasmar todas las percepciones psicológicas de los personajes.  Con su estilo, “cualquier acto humano parece desvelar algo mágico”.

Therese, desesperanzada, ajena a todo y sin embargo tan sensible al entorno, encuentra su imagen en el espejo y aventura poder hacerla vivir al encuentro de unos ojos grises, fuertemente expresivos, que son los ojos de Carol.

-¿Hay algo más aburrido que la historia del pasado? -dijo Therese sonriendo. 
-Quizá un futuro sin historia.

Imaginamos a Therese Belivet apretando las puntas de los dedos con fuerza contra una baranda de piedra, calibrando la urgencia de los cuerpos cuando se arrastran juntos. Ella es vulnerable y tenaz, el aislamiento le da impulso y, al contrario que Carol, cuenta con el privilegio de poder desaparecer. Therese ama a Carol, y Carol a ella. Nosotros, como lectores, asistimos a los pasos decisivos de Therese, que acaba encontrando su propio viento. 

-Tú eres tan frágil como esta cerilla. -Carol la sostuvo ardiendo un momento después de encender el cigarrillo-. Pero en las condiciones adecuadas podrías incendiar una casa, ¿verdad?

Qué bien casa la solemnidad del personaje de Carol con la camaleónica actriz que le da vida en la aclamada adaptación dirigida por Todd Haynes que se estrenará el año próximo. La intérprete es Cate Blanchett. Rooney Mara, pasado premio a la mejor actriz en Cannes, parece haber nacido para interpretar a su partenaire. 

En el tocadiscos suena una canción, “Embraceable you”, y Therese y Carol la escuchan atentas.

Siento que estoy en un desierto con las manos extendidas y tú estás lloviendo sobre mí.

En ninguna parte se veían las mañanas como desde allí, porque, como Carol le advierte, a Therese le gustan más las cosas reflejadas en un cristal, porque tiene su idea particular de todo. Con Carol, Therese se pregunta por qué la gente hablará del cielo. Pero, como en todas las historias, la trama da un paso de gigante y los personajes se ven cercados por la amenaza de las sociedad neoyorquina de los 50.

¿Así era la vida? ¿Eran así siempre las relaciones humanas?, se preguntó Therese. Nada sólido bajo los pies. Siempre como gravilla, un terreno levemente blando, ruidoso, para que todo el mundo se enterara y para que uno pudiera oír siempre los fuertes y bruscos pasos del intruso. 

Las volvemos a ver en lo alto de un puente, arrojando las cintas del detective que las persigue al río.
Therese sabe saborear la extraordinaria sensación de estar sola, cuando el valor se les desvanece en la melancolía. Therese entretiene el día leyendo teatro. Sabe que el día es suyo. ¿Cómo iría a volver el mundo con toda su sal, si Carol continuaba lejos, en otro sitio? Su mente se niega a renunciar a Carol, pero la realidad se esfuerza en no afirmarla. Therese olvida la mala costumbre de abandonarse a sus debilidades, y crece. 

Las últimas páginas evidencian algo que por su gran carácter sospechábamos, que ni Therese ni Carol han perdido el coraje. Y entonces Highsmith les concede un futuro, una puerta abierta de par en par que aumenta las dimensiones espirituales de la novela. 

Carol fue la gran historia escrita en la vida de su autora -publicada en 1952 con el pseudónimo de Claire Morgan y rechazada por sus primeros editores- , un texto que nace de las tripas, que por ser honesto no muestra fisuras. En él no encontramos a sus personajes más recurrentes, seres abocados al crimen, bien debido a las obsesiones o al azar -como por ejemplo sucede con el querido Tom Ripley-. 
Carol es un acto de valentía. La literatura como sueño alcanzado y por largo perseguido, como realización. Un final justo, después de tantas obras que, debido a esa misma representación de la otredad, querían disculparse condenando a los personajes a la muerte, el abandono o la desdicha. Este texto tan bien recuperado nos convence del inevitable precio de esos golpes de fortuna que le devuelven a la vida su sal. Nada nos es regalado. Todo es desgaste. Pero la fuerza se aprende. La fragilidad de la felicidad, el peligro, el valor y el buen coraje son algunos de los temas de esta historia hecha ya un clásico.